martes, 10 de mayo de 2011

0 Miércoles 11 de mayo, 19 horas. JP Evita y La Cámpora Homenaje a la Compañera EVITA. Nota en primera persona.


Este miércoles 11 a las 19 hs en la Biblioteca Nacional Homenaje, cita en la calle Agüero 2505, Capital Federal, a la compañera Evita con invitados especiales, organizado por la JP Evita y La Cámpora.
                                                       

Nota en primera persona. Al ver que el homenaje a la compañera Evita, este miércoles, se desarrollará en el auditorio Jorge Luis Borges, el gran escritor y provocador que despreciaba el peronismo y las clases populares, desde su pluma y sus dichos, logré recordar un texto leído que trata con antipatía y extrema acidez el paso a la inmortalidad de la compañera Evita.
El texto que debajo voy a transcribir, resume el espanto y el odio de clases, que corría por las venas en cierta clase dominante, que Borges y su pluma eran los interlocutores.
Este odio de clases, que sigue vigente, con la misma obscenidad y una mayor brutalidad, dado que hoy esas clases de antaño dominante, ya no cuentan con una pluma como la Borges como interlocutora. Estas voces que exponen el odio, de estos días, cuentan con un escaso talento desde espacios y foros como el mal llamado “periodismo independiente” con exponentes como Morales Sola, Mariano Grondona o el escritor devenido en un mediocre “pensador” como Vargas Llosa, que se aferran a tiempos remotos de prosperidad, en la repercusión de sus dichos, donde la nulidad de otras voces les permitían mantener su discurso plagado de sentido común y alejado del pensamiento y la complejidad.
Con estas humildes palabras, en primera persona, este miércoles desde JP Evita junto con los compañeros de La Cámpora, en el auditorio que lleva el nombre, de aquel gran provocador y su extraordinaria pluma, estaremos presentes para homenajear y recodar, a la jefa espiritual de la nación, la compañera “Evita”, junto a nuestras incorregibles posturas y convicciones que horrorizan a las clases dominantes, hoy, tal vez más que nunca. Dado que hemos sobrevivido a las bombas en la Plaza de Mayo, a los fusilamientos, a la dictadura genocida, a la noche de los lápices, a diciembre de 2001 y al Puente Pueyrredón, cuando la Policía Bonaerense bajo las órdenes del candidato del orden, causaron la muerte de dos compañeros.

Mauro Palazzo (prensa). JP Evita La Matanza.

EL SIMULACRO. En uno de los días de julio de 1952, el enlutado apareció en aquel pueblito del Chaco. Era alto, flaco, aindiado, con una cara inexpresiva de opa o de máscara; la gente lo trataba con deferencia, no por él sino por el que representaba o ya era. Eligió un rancho cerca del río; con la ayuda de unas vecinas, armó una tabla sobre dos caballetes y encima una caja de cartón con una muñeca de pelo rubio. Además, encendieron cuatro velas en candeleros altos y pusieron flores alrededor. La gente no tardó en acudir. Viejas desesperadas, chicos atónitos, peones que se quitaban con respeto el casco de corcho, desfilaban ante la caja y repetían: Mi sentido pésame, General. Este, muy compungido, los recibía junto a la cabecera, las manos cruzadas sobre el vientre, como mujer encinta. Alargaba la derecha para estrechar la mano que le tendían y contestaba con entereza y resignación: Era el destino. Se ha hecho todo lo humanamente posible. Una alcancía de lata recibía la cuota de dos pesos y a muchos no les bastó venir una sola vez.
¿Qué suerte de hombre (me pregunto) ideó y ejecutó esa fúnebre farsa? ¿Un fanático, un triste, un alucinado o un impostor y un cínico? ¿Creía ser Perón al representar su doliente papel de viudo macabro? La historia es increíble pero ocurrió y acaso no una vez sino muchas, con distintos actores y con diferencias locales. En ella está la cifra perfecta de una época irreal y es como el reflejo de un sueño o como aquel drama en el drama, que se ve en Hamlet. El enlutado no era Perón y la muñeca rubia no era la mujer Eva Duarte, pero tampoco Perón era Perón ni Eva era Eva sino desconocidos o anónimos (cuyo nombre secreto y cuyo rostro verdadero ignoramos) que figuraron, para el crédulo amor de los arrabales, una crasa mitología.

Jorge Luis Borges.

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