La historia argentina es una historia de avances y retrocesos, de glorias y humillaciones, de libertadores y opresores. La obra del peronismo en las décadas del 40' y 50' representa el proceso de conquista y defensa de los derechos sociales, soberanía y autonomía económica más importante de ella. Pero, ¿cuándo se produce el quiebre de pasar a ser un país libre, justo y soberano a no ser más que una colonia del imperio al que justamente Perón se enfrentaba, a entregar el patrimonio nacional y los derechos populares, esa patria hecha pedazos que desde 2003 luchamos por reconstruir? ¿Cuál fue el momento en el que aquellos que viven añorando la Argentina oligárquica del Centenario volvieron a tomar las riendas del poder? Los procesos históricos tienen múltiples causas y las fechas y acontecimientos particulares no son más que anécdotas, expresiones de distintos factores que confluyen. Pero si queremos encontrar el punto en que la patria comienza a retroceder y a resignar la grandeza que había conseguido con el gobierno justicialista, el 16 de Septiembre de 1955, el día en que el presidente Juan Domingo Perón es derrocado, es más que significativo.
No es casualidad que hoy, este gobierno popular que con aciertos y errores está luchando para recuperar la igualdad, reciba ataques constantes de las corporaciones, ese término tan acertado para designar a los enemigos del pueblo que se esconden detrás de una sigla y un comunicado. Ya mucho antes del año 55' Perón se había ganado el odio de la oligarquía en todas sus expresiones, de estas corporaciones de las que hoy volvemos a hablar. La distinguida oligarquía terrateniente o Sociedad Rural, que no le ocultó su rencor desde el Estatuto del Peón. La oligarquía industrial o Unión Industrial Argentina, que se negó a ser esa burguesía nacional que el peronismo convocaba para su proyecto. La burguesía empresarial y financiera nucleada en la Bolsa de Comercio, la misma que en un futuro se vería beneficiada con el advenimiento de gobiernos como el de Videla y Menem. El partido clerical o Iglesia Católica, celosa protectora de la moral y la fe pero sobre todo de sus privilegios económicos y políticos, que los genocidas suelen respetar. La prensa canalla o periodismo independiente, que no titubeaba (ni lo hace) a la hora de manipular la información en defensa de sus propios intereses. Las Fuerzas Armadas, que tantas veces en la historia se pusieron del bando de los enemigos de la nación. Y, por último, aquellos partidos políticos que en ciertas ocasiones no son más que la marioneta política de las corporaciones nombradas anteriormente: desde dirigentes de la Unión Cívica Radical, que sin hacer mucho honor a Yrigoyen y Alem se olvidaron de la democracia y los valores republicanos, y otros del Partido Socialista, orgulloso componente de la Unión Democrática del señor Braden, ambas fuerzas políticas que prestaron el imprescindible y siempre presente apoyo civil al bombardeo de junio y al derrocamiento del General Perón.
Tras el bombardeo de junio, Perón había decidido tomar una actitud de apertura a las propuestas y opiniones de la oposición, que hasta ese momento disponían de poco o nulo espacio en lo medios. Sin embargo la tregua duró poco y septiembre fue el mes en el que las Fuerzas Armadas, lideradas por Lonardi desde Córdoba y más tarde también por Aramburu, concretaron el golpe que tantos sectores de la oligarquía ansiaban dar.
Con la revolución “Libertadora” se abría un período regresivo de casi 50 años, en el que dictaduras represoras y democracias débiles se sucedieron, el patrimonio nacional se subastó al mejor postor, la soberanía se cambió por el endeudamiento, lo estatal pasó a ser privatizado, los derechos sociales limitados y la Patria humillada, salvo en aquella gloriosa pero efímera primavera de principios de los años 70.
Hoy, por primera vez, ese retroceso no sólo se detuvo sino que a fuerza de la lucha del campo popular se está revirtiendo. La frase de John William Cooke en referencia a lo que hoy llamamos corporaciones no puede resultar más actual: “Esas fuerzas no están aliadas contra un hombre, lo están contra el pueblo, al que niegan su derecho de elegir su propio destino y su propio conductor. Reniegan de la Argentina nueva, la de las conquistas sociales, económicas y políticas, la de los principios de justicia y la soberanía inmaculada, para intentar retrotraernos a la vieja factoría colonial de los estancieros explotadores, de los comerciantes ávidos, de los acaparadores habilidosos, de las ganancias exorbitantes, de los salarios de hambre, de los gerentes extranjeros y de los traidores nativos”.
Avisaba Perón en Agosto: “Una cosa sola es lo que ellos buscan: retrotraer la situación a 1943”. Lamentablemente lo hicieron. Los únicos beneficiados fueron ellos, los explotadores, la oligarquía, el imperialismo. Pero afortunadamente, 60 años después algo empezó a cambiar.
Matías Sánchez. JP Evita La Matanza.