Hace 34 años comenzaba la etapa más negra de la historia de nuestro país. Las Fuerzas Armadas de los generales Videla, Massera y Agosti pusieron fin al anárquico mandato de Isabel Perón, durante el cual había comenzado la sangrienta e ilegal lucha contra la subversión. Las actividades paraestatales de la Triple A de López Rega serían reemplazadas por el terrorismo de estado de una feroz dictadura militar. Evidentemente, estos sucesos llevaban la marca de fábrica de la Escuela de las Américas y la Doctrina de la Seguridad Nacional; es decir, la dictadura de Videla no era otra cosa que la versión argentina de lo que el imperio del Norte quería (y quiere) para los países latinoamericanos, como pasaba en Chile con el general Pinochet y sus ríos de sangre.
La dictadura iniciada en 1976, tal como la de la Década Infame, la Fusiladora o el Onganiato, instaló un régimen oligárquico, autoritario, represivo, antipopular, pro-imperialista y antinacional. Esto último fue así, por más que decían (y dicen hasta el día de hoy) defender el "Ser Nacional"; es decir, la tradición argentina de la patria agro-exportadora, de los privilegios clericales, del patrón de estancia y sus peones sumisos, "tradición, familia y propiedad", contra la "infiltración marxista" de los jóvenes que osaban rebelarse ante el sistema conservador y la opresión de las clases populares. Los sagrados procedimientos de los que se valieron las Fuerzas Armadas en conjunto con la Policía para su "lucha patriótica" no fueron otra cosa que las persecuciones, allanamientos y secuestros ilegales, la detención clandestina en campos de concentración, la obtención de datos a través de la tortura, las violaciones, la apropiación y entrega de hijos de los detenidos, y su posterior desaparición. Treinta mil compañeros fue el número que quedó grabado con sangre y plomo en la historia negra de los genocidios latinoamericanos.
Pero no sólo una generación fue aniquilada por las fuerzas de seguridad. Además de que se prohibió toda actividad política (a pesar del supuesto objetivo procesista de restaurar la democracia) también se construyeron los cimientos del modelo neoliberal, con un Estado retrocediendo en sus funciones esenciales y favoreciendo el ingreso desmedido de inversiones especulativas e importaciones perjudiciales para el sistema productivo nacional. Argentina perdió todas sus conquistas en el terreno de la justicia social y entregó su soberanía política al tiempo que construía una dependencia económica deshonrosa, perfeccionada en los 90'.
¿Qué saldo nos dejó el "Proceso de Reorganización"? Treinta mil desaparecidos, muchísimas fábricas menos, la deuda externa multiplicada, todas las libertades reprimidas. Un dolor enorme en la historia. Y todo esto con la descarada complicidad de los grandes medios de comunicación que no sólo festejaban con entusiasmo cada acción antisubversiva sino que también colaboraban con información útil para la caza de brujas y recibían como retribución el monopolio del papel y, al parecer, hasta niños. Fueron infaltables la bendición de la oligarquía rural y la Iglesia Católica, y la mirada complaciente del imperialismo. "Algo habrán hecho", decía la enajenada clase media. Sólo una "campaña antiargentina" eran las denuncias de los exiliados. "Total normalidad", anunciaba la noble prensa. "Derechos y humanos" se presentaban al mundo los masacradores de la ESMA.
Por todo esto hoy más que nunca es necesario tener MEMORIA, nada de olvidos ni leyes de perdón: la Historia reclama que se investigue, que se esclarezca, que se juzgue, que se castigue. Porque todavía hay genocidas libres, porque todavía hay chicos apropiados en manos de sus amigos poderosos, porque todavía tienen admiradores que los incorporan a sus gobiernos, porque todavía hay quienes conspiran contra la democracia, porque todavía hay quienes a pesar de tanto dolor, reclaman "que vuelvan los milicos".
En los últimos años, esta fecha se vive de otra forma. Después de años de "reconciliación", de olvido y perdón, de obediencia debida y punto final, de a poco, paso a paso, se está haciendo justicia. Desde el año 2003, desde que sus cuadros abandonaron ese pretendido lugar de privilegio en la historia, tenemos la oportunidad de terminar con la impunidad, de recuperar a todos los Hijos y Nietos, de aliviar el dolor eterno de esas Madres y Abuelas que con tanto coraje salían a reclamar en esa Plaza desierta. De asegurarnos, por los que ya no están, por nosotros y por nuestros hijos, en nombre de la patria y de los derechos humanos, de que todo este sufrimiento del pueblo no vuelva a ocurrir nunca, NUNCA MÁS.
Carlos Matías Sánchez - JP Evita La Matanza.
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