viernes, 17 de agosto de 2012

0 El Libertador.


Se cumple otro aniversario del fallecimiento de uno de las máximas figuras de la Historia de América Latina, don José de San Martín. Nacido en Corrientes, desarrolló una gran carrera militar en España, pero no dudó en acudir a su patria cuando se desencadenaba la lucha por la liberación del régimen virreinal. Llegó al país acompañado por otros militares formados en las filas de la Logia de Cádiz, que tendría su filial local, la Logia Lautaro, y se uniría rápidamente al morenismo, que por ese entonces era oposición. Participó del golpe de Estado que derrocó al primer Triunvirato manejado por el secretario de gobierno, un tal Bernardino Rivadavia, con el que la manipuladora historia liberal le hizo compartir el panteón de próceres. Ya en el poder el segundo Triunvirato, afín a la logia y al morenismo, se convocó a la Asamblea del Año XIII, boicoteada por Carlos María de Alvear.
Alvear, de estrechos vínculos con la diplomacia inglesa, pretendía dilatar la declaración de independencia y buscar un acuerdo con el enemigo, apoyado en otro imperio, el británico. Sin embargo, San Martín, retirándose provisoriamente de la escena política, se dedicó a formar su ejército para concretar la independencia por la única vía posible ante la contraofensiva de Fernando VII. Como en tantos otros momentos de nuestra historia, la situación exigía acudir a la lucha armada, camino difícil y doloroso, pero necesario para liberar a la patria y al pueblo de sus opresores cuando éstos no dejan lugar a otra alternativa.
Con la declaración de independencia concretada y apoyando el proyecto de una monarquía incaica, San Martín emprendió la lucha, cruzando los Andes para liberar Chile, y llegando al Perú desde el mar, tal como lo había planeado el general Guido; desde aquella secundaria batalla de San Lorenzo hasta las definitorias victorias de Maipú y Chacabuco y la ocupación de Lima, San Martín se desempeñó como un estratega y militar incomparable. Fueron también estratégicas las luchas libradas en el frente naval liderado por Hipólito Bouchard y en el norte de lo que hoy es nuestro país, con el ejército gaucho de Gûemes y su épica defensa de la frontera. Ninguno de ellos se convirtió en un patriota ejemplar apelando a la moderación y el “diálogo” con el opresor, claro está.
Todo lo hizo desobedeciendo la orden porteña de concurrir a defender la Ciudad de los caudillos del Litoral, enfurecidos por el carácter unitario de la Constitución sancionada en 1819 y por las inocultables tratativas para coronar en nuestras tierras a un príncipe europeo. Una vez más, como tanta veces pasaría en nuestra historia, la elite de la capital ponía sus intereses por encima de los del conjunto del país, aún tratándose de la liberación definitiva de España. Valía más, para ellos, defender la ciudad de los compatriotas “bárbaros” que romper las cadenas que ataban a nuestro país a la Península Ibérica. Sin embargo, la convicción que guiaba a San Martín a la liberación de la Patria Grande valió más y el libertador pudo concretar su proyecto, dejándolo luego en manos de Bolívar, el otro gran patriota latinoamericano, por falta de apoyo de quienes gobernaban desde el Río de la Plata, precisamente.
Ya en el exilio, ese San Martín que se pretendió caracterizar como aséptico ante las disputas internas, apoyó la mano férrea y la defensa de la soberanía nacional de Juan Manuel de Rosas, el "tirano" tan denostado por los liberales porteños, que indignados vieron cómo el máximo patriota legaba a aquel dictador salvaje nada menos que el sable que lo acompañó en sus legendarias batallas. Murió en Francia, poco antes de la victoria de la "civilización" que restauraría las cadenas de la dependencia de la patria por la que tanto luchó.
Un siglo después aparecería otro General dispuesto a construir esa Argentina grande y esa Latinoamérica unida con la que tanto soñó. Más tarde aparecieron unos barbudos que, desde el Caribe, volvieron a encender su llama, la misma que encendió a la juventud argentina y de toda Latinoamérica. Otro imperio se encargó de apagarla, a fuerza de terrorismo de Estado y neoliberalismo. Pero hoy, en el 2012 y después de unas cuantas batallas ganadas y muchas por dar, podemos decir que su camino ha sido retomado.

Matías Sánchez. JP Evita La Matanza.

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