A
punto de cumplirse 40 años del golpe cívico militar en Chile compartimos las
últimas palabras de Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973.
JP
Evita La Matanza. Prensa.
“Seguramente esta es la última oportunidad en que me
pueda dirigir a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de Radio
Portales y Radio Corporación.
Mis palabras no tienen amargura, sino decepción, y serán
ellas el castigo moral para los que han traicionado el juramento que hicieron...
soldados de Chile, comandantes en jefe titulares, el almirante Merino que se ha
auto designado, más el señor Mendoza, general rastrero... que sólo ayer
manifestara su fidelidad y lealtad al gobierno, también se ha nominado director
general de Carabineros.
Ante estos hechos, sólo me cabe decirle a los
trabajadores: ¡Yo no voy a renunciar!
Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la
lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que
entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser
segada definitivamente.
Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se
detienen los procesos sociales ni con el crimen... ni con la fuerza. La
historia es nuestra y la hacen los pueblos.
Trabajadores de mi patria: Quiero agradecerles la lealtad
que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue
intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra en que
respetaría la Constitución y la ley y así lo hizo. En este momento definitivo,
el último en que yo pueda dirigirme a ustedes, quiero que aprovechen la
lección. El capital foráneo, el imperialismo, unido a la reacción, creó el clima
para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición, la que les enseñara
Schneider y que reafirmara el comandante Araya, víctimas
del mismo sector social que hoy estará en sus casas, esperando con mano ajena
reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios.
Me dirijo sobre todo, a la modesta mujer de nuestra
tierra, a la campesina que creyó en nosotros; a la obrera que trabajó más, a la
madre que supo de nuestra preocupación por los niños. Me dirijo a los
profesionales de la patria, a los profesionales patriotas, a los que hace días
estuvieron trabajando contra la sedición auspiciada por los Colegios profesionales,
colegios de clase para defender también las ventajas que una sociedad capitalista
da a unos pocos. Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron, entregaron su
alegría y su espíritu de lucha. Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al
campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos... porque en
nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente en los atentados
terroristas, volando los puentes, cortando la línea férrea, destruyendo los
oleoductos y los gasoductos, frente al silencio de los que tenían la obligación
de proceder: estaban comprometidos. La historia los juzgará.
Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal
tranquilo de mi voz no llegará a ustedes. No importa, lo seguirán oyendo.
Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos, mi recuerdo será el de un hombre
digno que fue leal a la lealtad de los trabajadores.
El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El
pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.
Trabajadores de mi patria: Tengo fe en Chile y su
destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición,
pretende imponerse. Sigan ustedes, sabiendo, que mucho más temprano que tarde,
de nuevo, abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para
construir una sociedad mejor.
¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!
Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza, de que
mi sacrificio no será en vano.
Tengo la certeza de que, por lo menos, habrá una lección
moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición.”