Qué hubiera dicho el General don José de San Martín, ese patriota que sufría de sólo pensar que existieran argentinos que tuvieran la deshonra de unirse a enemigos externos para lograr victorias partidarias, de aquel traidor, que aliado al Ejército brasileño y empujado por los intereses británicos, derrocó al defensor de la Soberanía Nacional, don Juan Manuel de Rosas, apenas dos años después de su fallecimiento. Qué hubiera pensado el Libertador, difamado por quienes que le adjudicaban pretensiones de poder, de aquellos liberales - conservadores que, años después, se apropiaron de su lucha revolucionaria y lo convirtieron en una fría estatua de bronce, totalmente neutral ante los conflictos entre la oligarquía porteña y el pueblo del interior, escribiendo así con su ilustre nombre esa historia argentina vacía que nuestros chicos estudian desde primer grado. Y que en esta su patria, la que el liberó, forjaron un modelo de país a la medida de las exigencias del imperio anglosajón. Que diría ese brillante militar que dejó las filas del ejército español para colaborar en la liberación de su patria de la tiranía hispánica, de aquellos reaccionarios que en nombre de una supuesta lucha contra la "tiranía populista" derrocaron gobiernos nacionales y populares como el de don Hipólito Yrigoyen y el general Juan Perón. Que diría esta figura intachable que aborrecía los crímenes de guerra de aquellos que, en nombre de una Revolución Libertadora y de la Victoria de Cristo, masacraron a su propio pueblo en la Plaza de Mayo ese junio del 55'. Que diría ese héroe en el exilio que se negó a derramar sangre de hermanos, de esos militares de cartón que en nombre de la lucha contra el terrorismo, aplicaron los métodos más inhumanos que un terrorista puede usar, contra 30 mil almas, sin reparar en su edad ni sexo, y se apropiaron de sus niños. Que diría el emblema máximo de la Nación de aquel falso caudillo que en nombre del Primer Mundo y de la Reconciliación Nacional, entregó la dignidad de los trabajadores y los recursos del estado al imperio del norte y con ello la Patria, y liberó a los responsables del último gran genocidio de nuestra historia. Que diría aquel gran gobernador de Cuyo, impulsor de la industria, de reformas impositivas y de la educación pública, de aquellos que hoy, a contramano de un nuevo proceso de liberación, enriquecidos por el proceso neoliberal y los gobiernos oligárquicos, se sacan fotos juntos y añoran regresar al "granero del mundo" del centenario, piden dejar de pagar retenciones y desmantelan el sistema educativo, pretendiendo además retomar el poder en provecho propio y "descabezar" esta nueva "tiranía".
Sentiría un dolor profundo por la Patria que liberó tan valientemente, en Chacabuco y Maipú, en todas esas hazañas que le valieron el respeto y la admiración de los pueblos de todo el mundo.
Pero también él, que soñó con una Patria Grande, vería con orgullo cómo nuestra patria chica se integra cada día más con nuestros hermanos latinoamericanos y goza de la amistad de líderes revolucionarios del nuevo siglo como Chávez y Evo Morales. Él, que sufrió el desprecio y el abandono de los gobiernos unitarios que servían a sus propios intereses y a los de las potencias extranjeras, disfrutaría de ver a los representantes del neoliberalismo residual desnudar ante el pueblo sus intenciones que no son otras que la entrega de la patria al capital yanqui y al servicio de la patria financiera. Él, que no estaba dispuesto a tolerar crímenes cometidos por sus soldados, vería la reparación en esos genocidas que hoy, después de tanta impunidad, cumplen su castigo tras las rejas por haber aniquilado a la juventud maravillosa. Él, nacional, popular y latinoamericanista, sentiría verdadera alegría por su Patria al ver cómo la juventud, los trabajadores, las Madres y las Abuelas, las cooperativas, los movimientos sociales y los periodistas, intelectuales y artistas del campo popular, copan las calles y levantan las banderas de Bolivar, de Artigas, de Eva, de Sandino y de Guevara, y ante la contraofensiva de la antipatria, prefieren morir de pie que vivir de rodillas y ser definitivamente libres, sin que nada más importe.
Matías Sánchez. JP Evita La Matanza.
muy bueno cumpaa
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