Mitre y Solano López: el asesino y el patriota. Una historia escrita por los vencedores.
El gobierno liberal-conservador de Buenos Aires, oligárquico y pro-imperialista, unificó el territorio nacional e impuso su autoridad y su “civilización” a los “bárbaros” pueblos del interior con la persuasión de sus fusiles, moldeando a nuestra patria como una colonia agroexportadora, aniquilando nuestra industria, sometiendo a las provincias a los intereses de la elite porteña, y profundizando el endeudamiento y la desigualdad. Todo esto, ante la mirada atenta y ambiciosa de los capitalistas ingleses. La invasión y el sometimiento del Paraguay son parte de ese proceso en el cual Felipe Varela, el Chacho Peñaloza y tantos otros líderes populares cayeron bajo los mismos fusiles que aniquilaron al patriota Francisco Solano López en Cerro Corá. Nos recuerda a un país al que no queremos volver, aunque un puñado de traidores traten de restaurarlo.
Paraguay, contrariamente a nuestro país, había logrado un crecimiento profundo, sostenido y autónomo, refugiándose de la influencia de las ideas liberales y de los productos ingleses, desarrollando su propia industria y desterrando el analfabetismo, la pobreza, la desigualdad; sin deudas, con su soberanía política y su independencia económica intactas. El país con el que soñamos los jóvenes, los peronistas, los humildes.
El Imperio esclavista de Brasil, más su gobierno títere instalado ilegalmente en Uruguay, formaron junto a nuestro país, dirigido por Bartolomé Mitre como representante del “progreso”, la infame Triple Alianza, que ya un año antes de la “agresión” del presidente Solano López a Corrientes, se había repartido el Paraguay en un pacto vergonzoso para la Patria Grande de Bolívar, San Martín y Artigas.
La Guerra del Paraguay, hecha según Mitre y sus aliados “contra el tirano y no contra el pueblo”, fue uno de los genocidios más terribles de la historia de nuestra Patria Grande. El crecimiento de Paraguay, incómodo tanto para el imperio esclavista brasileño y el estado oligárquico argentino como para el imperio comercial inglés, fue cortado de raíz. Cinco años y no tres meses le fueron necesarios a los aliados para derrumbar la heroica resistencia paraguaya. La “civilización” dejó a Paraguay sin industria, sin población masculina, con menos territorio, con deuda externa, sin su caudillo. Sin justicia social, sin soberanía política, sin independencia económica. Como Argentina bajo el gobierno de Mitre y sus sucesores.
Bartolomé Mitre es el máximo responsable de este genocidio. Lanzó a nuestro país y a nuestro pueblo a una guerra contra un pueblo hermano por meros intereses políticos, económicos, territoriales. No sólo condenó a nuestra patria a la dependencia, también sumergió al Paraguay en ella y colaboró en la subordinación del Uruguay a Brasil. El asesinato de miles de paraguayos y los crímenes cometidos durante esos cinco años recaen sobre sus espaldas de jefe político y militar argentino. Las vejaciones a la soberanía territorial paraguaya, la deuda a la que se sometió a su pueblo, su despoblación. Honrarlo como un héroe es un engaño. Ni Perón, ni San Martín, ni Rosas hubieran perdonado a un general que izó nuestra bandera celeste y blanca en una contienda hecha a nombre de los capitales británicos y aniquiló los sueños de grandeza de un país tan hermano como Paraguay.
Solano López merece toda nuestra honra. Llevó a su patria, al igual que sus antecesores Francia y Carlos Antonio, a una grandeza a la que todos los países latinoamericanos aspiraban, pero ninguno llegó. La industria, la educación, un Estado fuerte y un pueblo trabajador transformaron al Paraguay en una verdadera potencia justa, libre y soberana. Su pacto con el gobierno federal de Uruguay lo llevó a enfrentarse a la cobardía de los aliados y terminó con la ruina de su patria, algo que él jamás hubiera querido. El héroe aquí es Solano López, sin embargo, como se lamenta José María Rosa, “fue un vencido. Y contra los vencidos se ha ensañado implacable la verdad contrahecha de los vencedores.” Por eso estamos aquí, en Argentina, provincia de la Patria Grande, en el año del Bicentenario, avanzando en un proyecto nacional y popular que despierta la conciencia del pueblo y arremete contra las corporaciones y el status de la economía, de la política y de la religión; pero también de la historia y de las ideas. Por eso no queremos ni debemos desaprovechar esta oportunidad histórica de honrar a alguien que como nosotros pensó que el progreso de su patria podía llegar con el propio esfuerzo, y desenmascarar a ese falso prócer que para el mismo objetivo condenó a su pueblo a la dependencia, y al pueblo hermano, a la aniquilación. Mitre no murió en la cárcel como corresponde a los genocidas, hoy sigue en los billetes, en las avenidas, en las calles, en las escuelas. Pero como dice Alberdi, “la impunidad no es la absolución”. Siempre lucharemos por la memoria, la justicia y la verdad. El que juzga es el pueblo, y hoy estamos para ello.
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