viernes, 25 de mayo de 2012

0 LOS TRES MAYOS. Por Matías Sánchez.


Este 25 de mayo tenemos mucho para festejar: tres hitos en la historia de nuestra patria, tres mayos.

Ese 25 lluvioso en el que el Cabildo, luego de su torpe intento de establecer una Junta presidida por un virrey cuya autoridad no tenía legitimidad, y que había sido destituido horas antes, debió aceptar ese petitorio con más de medio millar de firmas estampadas por quienes se habían agolpado en la Plaza, exigiendo la formación de una Junta elegida por el pueblo. Aquella revolución, que no buscó la independencia sino que dio (en principio, sin buscarlo) el primer paso hacia ella, nos deja tres lecciones. La primera: las revoluciones no las hacen un grupo de iluminados. No fue ese grupo de vecinos calificados el que desencadenó aquellos cambios. Fueron los chisperos que se reunieron en la plaza para pedir Cabildo Abierto, que influyeron en las resoluciones de éste, y que presionaron para enterrar la junta del 24 y erigir la del 25. Fueron las milicias conformadas por aquellos criollos que reconquistaron y defendieron Buenos Aires años antes, las que se negaron a reprimir al pueblo y apoyaron el levantamiento. La segunda: las revoluciones no piden permiso. No fueron los buenos modales de los señores de frac lo que convenció a los enemigos del cambio a aceptar las condiciones impuestas por los criollos. Bien lo sabían los activistas French, Berutti y Donado; bien lo sabía Castelli, apasionado luchador por el respeto a los pueblos originarios y la libertad de los esclavos; bien lo sabía Mariano Moreno, el numen de la Revolución, como lo llamó Scalabrini Ortiz. Lamentablemente su influencia en el nuevo gobierno fue finalmente neutralizada. Diferentes hubieran sido las Provincias Unidas con Moreno aplicando su proyecto nacional.

Ese 25 en que los dedos en V resumieron todo. Volvió la democracia, volvió al poder el movimiento popular más revolucionario de nuestra historia. Venció el pueblo, venció el proyecto de liberación nacional y social más ambicioso quizá de nuestra historia. Venció la juventud, aquella que se veía representada en el Tío que solemnemente se saludaba con Allende y Dorticós. Vencieron las organizaciones que tomaron el nombre y las banderas de Evita e hicieron suya esa convicción de que el peronismo será revolucionario, o no será nada. Venció la libertad, aquella que recuperaron los presos políticos y la sociedad en su conjunto al terminar otra dictadura represora y entreguista. Lamentablemente esa primavera duró poco. Otro hubiera sido el país si hombres como Cámpora, Puiggrós, Taiana, Bidegain, Ragone y demás hubieran dirigido sus destinos y concretado el proyecto de liberación.

Ese 25 en el que aquel flaco de apellido impronunciable y poca fama, con más desocupados que votos, rompió el protocolo y se sumergió en la multitud para abrazarse a su pueblo, ese mismo que poco tiempo atrás pedía renuncia masiva a la clase política. Algo estaba cambiando, quizás eso mismo entendieron Chávez y Fidel cuando asistieron a la asunción presidencial en un país gobernado desde 1976 por el neoliberalismo, ese modelo que había incinerado cualquier esperanza de transformación, y mucho menos desde el peronismo, cuyo nombre fue usufructuado para vapulear al pueblo al que su líder medio siglo antes defendió. Nueve años después nos encontramos hablando de democratización de los medios, estatización de los fondos previsionales, nacionalización del petróleo, paritarias, netbooks, mil escuelas, sin FMI ni Repsol, y pronto sin monopolios mediáticos.

Si no aprendemos de la Historia, ¿de qué sirve conocerla? Hoy tenemos una tercera oportunidad de liberar la patria, oportunidad que empezó a vislumbrarse desde un 25 en el que la palabra Revolución ya no figuraba en el diccionario de nadie. Tenemos una gran oportunidad de hacer de ese 25 de mayo de 2003, que no fue una revolución como en 1810 ni prometió su apertura como 1973, el primer paso hacia la definitiva liberación nacional. La Historia nos ha enseñado que sólo el pueblo la concretará, y sin pedir permiso.

Matías Sánchez. JP Evita La Matanza.

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