Hace 36 años nos dejaba el presidente más importante de la historia argentina. Su muerte no sólo significó el fin de su gobierno y el advenimiento de la masacre y la barbarie, sino también la pérdida del hombre más excepcional y polémico que dirigió los destinos de la Argentina, quizás desde los tiempos de Rosas. Sin embargo, su legado se mantiene hasta el día de hoy y demuestra ser eterno.
Corrían los años setenta, pero no los setenta que nos ilusionaron, los setenta de la alegría y el avance popular, sino los primeros años en los que la lucha entre la izquierda nacional y la derecha genocida se empezaban a hacer sentir. El fracaso del pacto Social y los enfrentamientos entre los distintos bandos del movimiento ya desbordaban a un Perón viejo, cansado y enfermo, que se despedía en junio, como sabiendo que sería la última vez que se iba a encontrar cara a cara en la Plaza de Mayo con ese pueblo que siempre lo había acompañado, soportando bombardeos y fusilamientos: "Yo llevo en mis oídos la más maravillosa música que es para mí la palabra del pueblo argentino".
La tarde del 1 de julio de 1974, su esposa Isabel, siempre escoltada por López Rega, anunciaba la muerte de Juan Domingo Perón. Decía el parte médico: “El señor teniente general Juan Domingo Perón ha padecido una cardiopatía isquémica crónica con insuficiencia cardíaca, episodios de disritmia cardíaca e insuficiencia renal crónica, estabilizadas con el tratamiento médico. En los recientes días sufrió agravación de las anteriores enfermedades como consecuencia de una broncopatía infecciosa. El día 1º de julio, a las 10:25, se produjo un paro cardíaco del que se logró reanimarlo, para luego repetirse el paro sin obtener éxito todos los medios de reanimación de que actualmente la medicina dispone. El teniente general Juan Domingo Perón falleció a las 13:15”.
Las condolencias enviadas desde distintos puntos del mundo, desde posiciones ideológicas irreconciliables, demuestran la complejidad y la importancia de la personalidad de Perón, de su movimiento y de lo que significó la revolución justicialista no sólo en Argentina, sino como experiencia latinoamericana y ante los ojos del mundo.
Los elogios llegaban incluso desde el imperio del norte. El New York Times se admiraba: “La personalidad de Perón ha merecido sentidos elogios desde la izquierdista Cuba a las derechistas Brasil y Chile”, y el Washington Post reconocía: “Perón dirigió, en la década de los años 40, una transformación social en la Argentina que, al contrario de muchos otros movimientos latinoamericanos, puede ser descrito como revolución”.
Il Tempo de Italia reconocía la experiencia del Justicialismo al que “cuando se lo juzgue teniendo en cuenta el ambiente en el que fue realizado, las dificultades que se le opusieron y los enemigos que tenían interés en hacerlo fracasar, no podrá dejar de ser considerado como una etapa del progreso social de América latina”.
Del otro lado, gobiernos populares de izquierda también saludaban al líder. Fidel Castro se lamentaba “La noticia me hizo mucho daño. Tuve una terrible sensación de abatimiento y tristeza… Surgió en mi memoria la ruptura del bloqueo a Cuba que concretó el gobierno popular del general Perón. Jamás será olvidado por el gobierno y el pueblo de mi patria. Siempre será recordado aquí como un patriota latinoamericano y un amigo de Cuba y de su pueblo” (qué dirá la izquierda marxista local, ¿no?). El mariscal socialista yugoslavo Tito aportaba: “El pueblo argentino pierde un gran hombre de Estado. Y el continente latinoamericano y el mundo, un luchador incansable por la paz de los pueblos”.
Quizás el comentario más representativo pertenece al entonces mandatario rumano Nicolae Ceausescu: “Fue uno de los hijos más brillantes de América. Luchó activamente por la unidad de las fuerzas populares, por el desarrollo libre de su país, contra la dominación imperialista y extranjera, por la paz, la seguridad y la cooperación internacional”.
El funeral de Perón fue el más importante de la historia argentina. Multitudes lo lloraron, países lejanos hicieron flamear sus banderas a media asta, líderes de todo el mundo hicieron llegar sus condolencias. La política, la historia, la sociedad, pero sobre todo el Pueblo perdía a la persona que mejor supo interpretar sus necesidades y convertirlas en derechos. Que supo defender los intereses nacionales y consolidar un gobierno soberano, con un modelo genuinamente nacional, el justicialismo. Que puso los recursos y las empresas estatales al servicio del pueblo. El líder nacional y popular que asumió el desafío de convertir al “granero del mundo” en un país con industria propia y, por consiguiente, económicamente independiente. La igualdad, la justicia social, la soberanía nacional ya nunca conoció un defensor como él.
La barbarie que siguió a su muerte se convirtió, primero en el gobierno de Isabel- López Rega, después en el Proceso, en la etapa más oscura de la historia argentina. El pueblo quedó desprotegido y pasó demasiado tiempo para que alguien al menos intente retomar su senda de igualdad, justicia social y Estado de Bienestar. Su herencia, su ideal de una patria justa, libre y soberana, aún vive en el corazón del trabajador, de la juventud, del pueblo, que sigue luchando en nombre de ese gran argentino.
La tarde del 1 de julio de 1974, su esposa Isabel, siempre escoltada por López Rega, anunciaba la muerte de Juan Domingo Perón. Decía el parte médico: “El señor teniente general Juan Domingo Perón ha padecido una cardiopatía isquémica crónica con insuficiencia cardíaca, episodios de disritmia cardíaca e insuficiencia renal crónica, estabilizadas con el tratamiento médico. En los recientes días sufrió agravación de las anteriores enfermedades como consecuencia de una broncopatía infecciosa. El día 1º de julio, a las 10:25, se produjo un paro cardíaco del que se logró reanimarlo, para luego repetirse el paro sin obtener éxito todos los medios de reanimación de que actualmente la medicina dispone. El teniente general Juan Domingo Perón falleció a las 13:15”.
Las condolencias enviadas desde distintos puntos del mundo, desde posiciones ideológicas irreconciliables, demuestran la complejidad y la importancia de la personalidad de Perón, de su movimiento y de lo que significó la revolución justicialista no sólo en Argentina, sino como experiencia latinoamericana y ante los ojos del mundo.
Los elogios llegaban incluso desde el imperio del norte. El New York Times se admiraba: “La personalidad de Perón ha merecido sentidos elogios desde la izquierdista Cuba a las derechistas Brasil y Chile”, y el Washington Post reconocía: “Perón dirigió, en la década de los años 40, una transformación social en la Argentina que, al contrario de muchos otros movimientos latinoamericanos, puede ser descrito como revolución”.
Il Tempo de Italia reconocía la experiencia del Justicialismo al que “cuando se lo juzgue teniendo en cuenta el ambiente en el que fue realizado, las dificultades que se le opusieron y los enemigos que tenían interés en hacerlo fracasar, no podrá dejar de ser considerado como una etapa del progreso social de América latina”.
Del otro lado, gobiernos populares de izquierda también saludaban al líder. Fidel Castro se lamentaba “La noticia me hizo mucho daño. Tuve una terrible sensación de abatimiento y tristeza… Surgió en mi memoria la ruptura del bloqueo a Cuba que concretó el gobierno popular del general Perón. Jamás será olvidado por el gobierno y el pueblo de mi patria. Siempre será recordado aquí como un patriota latinoamericano y un amigo de Cuba y de su pueblo” (qué dirá la izquierda marxista local, ¿no?). El mariscal socialista yugoslavo Tito aportaba: “El pueblo argentino pierde un gran hombre de Estado. Y el continente latinoamericano y el mundo, un luchador incansable por la paz de los pueblos”.
Quizás el comentario más representativo pertenece al entonces mandatario rumano Nicolae Ceausescu: “Fue uno de los hijos más brillantes de América. Luchó activamente por la unidad de las fuerzas populares, por el desarrollo libre de su país, contra la dominación imperialista y extranjera, por la paz, la seguridad y la cooperación internacional”.
El funeral de Perón fue el más importante de la historia argentina. Multitudes lo lloraron, países lejanos hicieron flamear sus banderas a media asta, líderes de todo el mundo hicieron llegar sus condolencias. La política, la historia, la sociedad, pero sobre todo el Pueblo perdía a la persona que mejor supo interpretar sus necesidades y convertirlas en derechos. Que supo defender los intereses nacionales y consolidar un gobierno soberano, con un modelo genuinamente nacional, el justicialismo. Que puso los recursos y las empresas estatales al servicio del pueblo. El líder nacional y popular que asumió el desafío de convertir al “granero del mundo” en un país con industria propia y, por consiguiente, económicamente independiente. La igualdad, la justicia social, la soberanía nacional ya nunca conoció un defensor como él.
La barbarie que siguió a su muerte se convirtió, primero en el gobierno de Isabel- López Rega, después en el Proceso, en la etapa más oscura de la historia argentina. El pueblo quedó desprotegido y pasó demasiado tiempo para que alguien al menos intente retomar su senda de igualdad, justicia social y Estado de Bienestar. Su herencia, su ideal de una patria justa, libre y soberana, aún vive en el corazón del trabajador, de la juventud, del pueblo, que sigue luchando en nombre de ese gran argentino.
Matías Sánchez. JP Evita La Matanza.