0 ARGENTINA 0 - ALEMANIA 4.

Se terminó el sueño nacional. Argentina se enfrentó a un rival poderoso, perdió con justicia y le dijo adiós al mundial. Se despidió con el durísimo golpe que significa ser goleado en un Mundial para una selección de su historia, pero con la sensación de haber realizado una muy digna participación que trajo alegría al pueblo e ilusionó hasta al más pesimista.

El escenario era previsible. Era un choque de potencias. Argentina con la conducción de Diego, su poderío ofensivo y el peso de individualidades como Messi, Tevez o Mascherano, pero con una defensa endeble. Alemania, sin un líder como Maradona ni una estrella como Messi pero con un equipo sólido y un ataque demoledor, aunque también con una defensa débil.

Era cuestión de dar el primer golpe y capitalizarlo. Alemania lo hizo, y mucho más temprano de lo esperado. Ya a los dos minutos se encontró con ese maldito gol que condicionó al equipo de Maradona, que, sin embargo, tenía todo el partido por delante.

Argentina fue inclinando la cancha hasta terminar el primer tiempo con el equipo alemán acorralado. El segundo empezó igual; sin embargo, era más empuje que otra cosa. Las situaciones no eran del todo claras, las individualidades no funcionaron, colectivamente el equipo seguía siendo menos que la firme Alemania, y la obligación de pasar al ataque con más hombres trajo la obvia consecuencia de descuidar y sufrir aún más en el fondo. Argentina pagó muy caro todo esto y en un rato, Alemania lo liquidó.

Hay que reconocer el mérito a una selección internacional en todo sentido, ya que el moreno Boateng, Klose y Podolski tienen tanto de alemanes como De Narváez de gaucho argentino. Es excepcionalmente valorable que un país conocido en el mundo por el racismo y el exterminio albergue en su equipo a jugadores extranjeros e incluso negros y turcos, aunque sería mucho más digno también que una selección tan prestigiosa fuera realmente “nacional”.

Nos fuimos de la peor forma, es verdad. Pero que la imagen del final no tape todo lo hecho en los partidos anteriores, en los que Argentina demostró ser una de las mejores selecciones del planeta, con un técnico que demostró lo que sabe acerca de este juego y con jugadores que además de calidad, tienen corazón. Quizás debimos ser más sólidos como equipo. Seguramente nuestro punto más flojo fue la defensa. Dejemos las hipótesis para los “expertos”, que van a tener tantas horas de aire para criticar con el resultado puesto. No nos queda más que apoyar a los hermanos uruguayos y paraguayos.

Ahora es el momento de ellos. De los que anunciaban eliminaciones en primera ronda y hasta hoy permanecieron en el silencio. De los que tenían pesadillas con la imagen de Cristina y Diego con la copa en el balcón de la Rosada. De los que, incluso en sus comentarios sobre las victorias logradas, dejaban ver su resentimiento. De los que se relamen viendo el banquete de carroña del que van a disfrutar. Del canal del solcito, ese que hoy tampoco se enteró que jugaba la Selección Nacional y prefirió pasar capítulos del Zorro. Del canal de noticias que “puede desaparecer”, ese que, casi compartiendo la alegría del rival, mandó movileros a Berlín y a la Embajada de Alemania para mostrarnos como festejaban y se burlaban de nosotros. Sólo les faltó entrevistar a Merkel para elogiar su mandato. Y no podemos esperar mucho de lo que des-informe mañana Clarín. Los vende patria resurgieron y se van a hacer escuchar. El sentimiento del pueblo va exactamente a contramano.

Se terminó el sueño. Cada argentino hincha de su selección sabe la alegría y la ilusión que generó Diego, su cuerpo técnico y sus 23 soldados. El apoyo no cambia con el resultado. Bien lo sabemos los peronistas, que en épocas de gloria y en dictaduras levantamos bien alto la bandera del General, como hoy levantamos la Argentina todos a pesar de la derrota, y como la levantaremos para recibir a esa Selección Nacional y Popular que nos hizo soñar.

Matías Sánchez. JP Evita La Matanza.