Los proscribieron, los reprimieron, los persiguieron. Quisieron que los justicialistas (y con ellos el justicialismo) queden exterminados del suelo patrio. Para eso obligaron a su Líder a retirarse al exilio y a sus seguidores a organizarse en la clandestinidad. Buscaron apoyo en la oligarquía, en el Imperio, en los orgullosos partícipes de la Revolución Gorila de 1955. Sin embargo, casi 18 años no fueron suficientes para borrar ese sentimiento nacional y popular que Perón y Evita incubaron en las masas argentinas, y en 1972, bajo el gobierno del general Lanusse, el Partido Justicialista recuperó su personería jurídica. Sería el PJ que formando parte de ese histórico Frente Justicialista de Liberación arrase en las urnas en 1973 llevando al Tío Cámpora al poder y a Perón al gobierno nuevamente.
Pero también sería, compañeros, el aparato partidario que permitiría la llegada al gobierno de una escoria neoliberal y entreguista como Carlos Saúl Menem. Es, por el contrario, en el presente, el aparato partidario que apoya a la compañera Cristina y al proyecto Nacional y Popular. Pero no nos engañemos: en honor a quienes lucharon contra la proscripción de nuestro partido e hicieron de él un instrumento para concretar la liberación, debemos estar atentos a los traidores que no dudan en cambiar de vereda según sople el viento, o mejor dicho, las encuestas. Como dijo un compañero, con un martillo se puede construir, pero también se puede destruir. Es nuestro deber como peronistas y como jóvenes desenmascarar a los falsos “peronistas” y usar nuestro Partido como una vía de llegada de la militancia y de las clases populares al poder y como herramienta de progreso. En honor a ese PJ que alguna vez presidió un tal Abal Medina.
Matías Sánchez. JP Evita La Matanza.
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